sábado, 30 de abril de 2011

Vengo de pasar un rato con ellos, el mejor del día. Aunque sea media hora y yo no entienda nada de fútbol, podría pasarme días debatiendo con él...dejando que me cuente lo que piensa y a veces sin ni siquiera hablar. Y me gusta sentarme en el sofá con ella y que me agarre las manos, ver su sabiduria entre los anillos. Las arrugas que la envuelven la hacen ser feliz. Pero hace tiempo que tiene una sonrisa amarga en la cara y que cuando viene a casa se derrumba y llora sin ningún tipo de límite. La admiro, por tener que fingir las venticuatro horas del día...por tener cuidado de que no se borre su sonrisa bajo ningún concepto. Me hace darme cuenta a veces de lo fuertes que pueden llegar a ser las personas si se lo proponen. Él siempre ha sido mi debilidad y tengo mis días y mis noches...porque me doy cuenta de lo que le echaré de menos cuando me falte. Llevo escuchando decir a mi padre más de un año que no podemos permitir que se nos pare la vida, pero a veces incluso me pregunto cómo la gente puede vivir como si nada...con lo mal que estamos nosotros. Él no ha vuelto a ser el mismo, como ninguno de nosotros y no creo que podamos volver a serlo. Simplemente se aprende a vivir con las cosas, pero la mayoría no se superan.

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