sábado, 19 de noviembre de 2011

Mi padre siempre ha sido grande y fuerte. Y ahora es muy pequeño, muy pequeño y débil. Están cambiando tantas cosas en poco tiempo, no quiero hacerme mayor. No quiero ver muertes y tener que sonreir cuando de verdad no puedo. Llevo tres meses escondiéndome para llorar y tres años sufriendo de cerca una enfermedad que te mina...que quita absolutamente todas tus fuerzas. Somos una familia muy pequeña, y lo seremos aún más. Pero hay que tirar hacia adelante. No deja de repetirme: "Él se irá, cuando sea, pero nosotros nos quedamos". Tengo miedo de que me deje sola, siempre he seguido sus pasos. He sido su niña, y lo sería si tuviera muchísimas más. Él me da fuerzas, por todo lo que ha vivido y por lo que siempre quiere compartir conmigo. Ahora ya no consigue hablarme, pero me mira de una forma que no creo que nadie más pueda mirarme nunca. Me dice tanto sin hablar. No suelta mi mano, quiere vivir. Lo sé, y eso me hace aún más impotente...quiero estar aquí, las 24h. No quiero separarme de su lado, no quiero dejarle ir. Me quedaré con lo bueno, por supuesto. Pero es tan difícil recordar todo lo que pasé con él cuando era niña, viéndole así...no puedes hacerte a la idea, aunque quieras. Son días muy difíciles, y simplemente no ves la salida. Pero no puedo huir.
No puedo explicar lo que sentí ayer, llegué avisada...llevaba una semana sin hablar practicamente. Y llegué, y me agarró la mano...me habló. Y entonces mi padre lo dijo, y sé que lo recordaré toda mi vida: "Alba, no te vayas. Eres su medicina".

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